miércoles, 7 de julio de 2010

La fe - fragmento

Las hojas que surgen del tallo y se alargan hacia las puntas tienen una textura tersa que siento debajo de los dedos al hacer presión. Esta percepción me impulsa a estudiar su composición vegetal (forma transmutada de la materia), y al quitar la mano, si quebré el tallo y quedó en los dedos el líquido espeso llamado savia, miro éstos atentamente, para medirles de un golpe el volumen. En el zoológico, el componente químico de la flora es alto. Los matices de luz y sombra tienen que ver con cierta necesidad lumínica de los cuerpos. En el transcurso del día que pasé allí, los animales apenas se movieron, y el vaivén de las hojas de los árboles dio la impresión de ir a otro ritmo que el humano. En este punto, la gente pasaba y se reía, y los niños corrían como monos. Cuando un rayo de luz tocaba una mano que alimentaba a un antílope, o cuando iluminaba el perfil de una mujer, caía una llovizna de polvo encendida. Sucedió en un momento que los ritmos difirieron. El estallido primero fue la descarga, después estaban los cuerpos vivos, movidos por la inercia. El principio que rige el movimiento de la materia es la energía, que puede ser idéntica entre dos cuerpos, o diferente, dependiendo del tiempo y el espacio, y de otras influencias externas. Fue por eso que vi en dos ocasiones distintas a una pareja de hombres golpearse, y pasadas unas horas, reírse con igual intensidad. Pero el signo era otro una y otra vez, y eso se entiende al considerar la energía circulante. En cuanto a los animales que vi, estaban viejos la mayoría, y deprimidos. Se percibía fácilmente si contemplabas sus auras apagadas. El ejemplo de ello fueron los dos elefantes con su cría. Eran viejos y muy arrugados, y con el rostro peludo. No tenían perspectivas. Observaban tristemente a la gente y se desplazaban con desgano. Tomo nota del traspaso de masas de energía unas hacia otras y de las columnas celestes.


El zoológico

El zoológico de Buenos Aires puede ser un sitio ensordecedor si no se llega temprano un domingo. Hay ponys en la puerta con sombreros mexicanos para los jinetes, y filas dobles de gente. El sol irradia sobre la vereda y leves fulguraciones rebotan en la chapa de los vehículos que giran por Plaza Italia. Una vez adentro del Zoo, en el serpentario, las personas se conglomeran alrededor de los recipientes, con los rostros iluminados por la extraña luz que surge de adentro. Los reptiles están quietos en la falsa vegetación. Noté que una iguana estaba embalsamada y puesta en el lugar de las vivas. A su lado, había tres huevos, y de uno de ellos salía un hijo, también embalsamado. Las personas pasaban rápidamente, sin detenerse a mirar si había una continuación del movimiento o si por el contrario, era ésta la posición final de los cuerpos anfibios. Por ende, la escena congelada podría titularse: “continuación de la cadena de la vida” o bien, “tras nacer, ¿qué pasa con el feto?”. Apunté: “La naturaleza animal y la naturaleza vegetal provienen del mismo origen líquido”. Algo hizo que me alejara repentinamente y saliera del reptilario en busca de una zona de silencio, lejos de los aullidos de las bestias, aunque es cierto que el sitio de las víboras era silencioso y allí se podía meditar con tranquilidad. Afuera encontré un lugar, próximo a los pastos centrales del predio, en donde caminan roedores de dos pies de altura. Estas clases de mamíferos sirven como centros telepáticos que transmiten información cifrada a otros niveles de consciencia. Tomé datos mediante el método observación-aplicación. De acuerdo a él, asocio la emoción registrada con otras que aparecieron a lo largo de mi vida y apunto, para clasificar. Tomar nota sobre esta evolución permite recabar datos que más tarde servirán a la interpretación de hechos y sucesos, y darán respuesta a los interrogantes: ¿Cuál es el sentido de mi vida? y ¿Cuál es mi lugar en el Cosmos? En la unión de los datos estará la clave para pasar por la puerta de la Totalidad. Tengo que estar atenta a las manifestaciones de Dios y otras energías, que son las pulsiones que alumbran en mi cuerpo las huellas de su constitución divina. El mundo material funciona (a) como guía, (b) como laberinto. ¿Encontraré el hilo de Ariadna? Claro que: “descifrar es crear”. El hecho vital se produce como resultado de la combinación de cada elemento registrado con otro de la secuencia. Mi trabajo consiste en la selección y primera clasificación de los elementos relevantes. El estado emocional nace de la acomodación interna, e impulsos exteriores como el amor y la fe. Cuando hay amor, los químicos se equilibran en el interior del cuerpo. De dónde surge el amor, no puedo precisarlo, pertenece a otro orden o nivel de consciencia que al entrar en contacto con el temperamento puede producir errores.

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