domingo, 27 de junio de 2010

Robert Mapplethorpe

Hasta el 2 de agosto en el MALBA, la muestra de Robert Mapplethorpe. De lo más bello que he visto en los últimos tiempos.




jueves, 24 de junio de 2010

La marcha evangélica (Texto publicado en Soy el 11 de Junio de 2010)

La marcha evangélica. Por Mariana Docampo (versión original - el texto fue editado con algunas modificaciones y agregados)


A través de varios medios me enteré de la marcha contra el matrimonio gay organizada por la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) y la Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal (Fecep), que tuvo lugar el 31 de mayo frente al Congreso de la ciudad de Buenos Aires. En medio de un importante despliegue de pantallas y altoparlantes, los manifestantes fueron convocados para hacer una “gran plegaria a cielo abierto” a fin de frenar la aprobación de la ley que posibilita el casamiento entre personas del mismo sexo, proyecto que, según el decir de los pastores, verdaderos autorizados (vaya a saber por quien) para opinar sobre estos temas, “va en contra de los designios de Dios”. No faltaron bandas de rock cristianas y elocuentes predicadores. Sabemos de lo que es capaz el fanatismo religioso, y las energías humanas puestas a circular todas juntas en un mismo rectángulo apretado y lleno de cuerpos, con un miedo propio o implantado desde arriba (pirámide cuya cúspide, en este caso, está encarnada en una figura humana de saco y corbata y dama a un costado de pollera y sacón). Estuvo presente, claro está, la infatigable jefa de “cruzada anti-matrimonio gay” Cintya Hotton, hoy famosa por sus decires homofóbicos y que sin duda obtendrá su anhelada placa a “la guardiana de los valores de su país” en alguna post-vida menos progresista, y bajo el lema “un mensaje de los niños: queremos papá y mamá”, hubo cánticos y rezos y banderas de todo tipo, por ejemplo una con la imagen de una tuerca y un tornillo que aludía con dramática precisión a la naturaleza heterosexual del ciudadano, u otra con un texto que decía lo siguiente: “La familia es un decreto de Dios”. TN cubrió el evento y Valeria de San Pedro, la periodista, pidió la palabra de algunos manifestantes. Un señor exclamó: “Yo lo que quería decirles es que si se remontan a leer el libro del Génesis van a ver que Dios destruyó una ciudad que es Sodoma y Gomorra (no corrijo, por pudor) por el pecado de homosexualidad y de lesbianismo”. Otro señor, se hace lugar entre la gente y dice ante las cámaras: “lo normal es una madre amamantando a su bebé, un padre guiándolo hacia el fútbol u otros deportes, un matrimonio homosexual no cumple con esos requisitos”. No sé si reírme o llorar. La gente da vueltas con las manos hacia arriba mientras canta y clama, revolea los ojos y sortea las preguntas de Valeria San Pedro que finalmente acude a un pastor, que le dice “Si seguimos con estas ideas vamos a tener que sacar a Dios de nuestra práctica, de nuestra vida, porque esto es amor a la patria, amor a la familia y amor a los hijos... Nuestra patria está basada en la familia que está organizada, básicamente, por Dios”. La frase no requirió fundamentos teológicos, ni científicos, ni nada, fue una frase dada y punto final. Termina la nota. Con varios amigxs coincidimos en que más que enojo la “marcha anti-gay” de los evangélicos dio tristeza. Tristeza por los repetidores de la palabra del pastor, por la precariedad de las reflexiones, por la irracionalidad, la violencia que acarrean los miedos y el modo en que éstos limitan la comprensión de lo humano. Tristeza por quienes temerosos de la ira de Dios, ponen ciega confianza en quienes no la temen, y sostienen y solventan un sistema que en alguna de sus vueltas, o en toda su maquinaria, los deja afuera.

jueves, 10 de junio de 2010

Los herméticos de Rosacruz - Pessoa

"Se dice que los herméticos de la Rosacruz, secta esotérica y mágica, habían descubierto, desde el inicio de los tiempos, el secreto de la vida eterna, el elixir de la vida que, nunca muriendo, pasan de época en época, a través de los ciclos y civilizaciones, desapercibidos algunos, y con todo, por la grandeza de la cosa trascendental que crearon, mayores que todos los genios de la evidencia humana. De su secta es el precepto, que cumplen, de no darse nunca a conocer. Su presencia eterna, que vive al margen de nuestra trascendencia, vive también fuera de nuestra pequeñez."
De Fernando Pessoa, Escritos sobre ocultismo y masonería

viernes, 4 de junio de 2010

Los Razonamientos - Texto publicado en SOY el 14 de mayo de 2010

Los razonamientos. Mariana Docampo
El miércoles 5 de mayo, cuando varios diarios y canales de noticias habían anunciado la media sanción de la ley que posibilitaría el matrimonio entre personas del mismo sexo, el periódico La Nación presentó la noticia con el siguiente titular de tapa: “Avanza el polémico proyecto sobre el matrimonio gay”. Afortunadamente, ya estaba enterada de las noticias y fui al diario con tranquilidad, limitándome a mover de un lado al otro la cabeza a modo de queja por la realidad ofrecida, pero feliz por la constatada a través de otros medios. Ví entonces en el cuerpo del diario tres columnas que parecían dar prueba de una gran pluralidad de opiniones. La columna izquierda, escrita por Maria Rachid, se titulaba “Iguales ante la ley”, la derecha, “El orden natural”, firmada por Eduardo Sambrizzi, vicepresidente de la corporación de Abogados Católicos, y entre esas dos, una llamada “Punto Medio” firmada por Gladys González, diputada del Pro, y que lo único que tenía de punto medio era la posición de la columna, que estaba a equitativa distancia de una y otra. Por pura comodidad visual leí esta última, reservando mi simpatía para el punto izquierdo. La diputada decía: “Por qué imponerles un binomio (entiéndase a los niños en adopción) papá-papá o mamá-mamá, impidiéndoles recurrir a su elemental anhelo de convocar aun simbólicamente a su padre y a su madre?” Pasé mi atención al “punto derecho”, y entre otras cosas, que invocaban la naturaleza y el “justo orden social”, el abogado católico decía: “...la posibilidad de adoptar iría en contra del interés superior del niño...” Abordé entonces, la columna de Rachid, quien en un lenguaje fácil de entender para todo el mundo, sin ninguna pretensión intelectual y del lado opuesto a las teologías, libros sagrados y psicologías evolutivas, recursos todos que sirven para esconder un componente de profunda discriminación inherente sólo a lo humano, decía, entre otras cosas, lo siguiente: “Si el Estado dijera que somos iguales ante la ley, quizás el padre de la novia de Natalia Noemí Gaitán no la hubiera asesinado por el hecho de rechazar la idea de que su hija fuera, según él, tan diferente”. En esta línea había otros ejemplos, menos puntuales pero con su mismo carácter no universal, de situaciones que no sucederían si el Estado dijera que somos iguales ante la ley, algo así —pensé— como que si papá-estado dice que esto está bien, entonces la mayoría empezará a pensar que está bien y actuará conforme a ello. La fórmula me pareció eficaz y acaso la única para poder lidiar en el campo minado de los discursos actuales. El razonamiento de Rachid, por simple que pareciera, era tan definitivo, tan determinante como el del “punto derecho”, y usaba sus mismos elementos pero con el signo cambiado, exigía la construcción de un dios a la medida humana de nuestra época. El dios-padre-estado, Ley, en última instancia, que debía forjarse en una verticalidad ascendente, redistribuyendo culpas y castigos, para que los “hijos” pudiéramos seguir pensando de la manera que el padre piensa, y detuviéramos el extravío psíquico y moral que este cambio representaba. Esto siempre y cuando y hasta cuando logremos formar en el futuro un nuevo y más justo orden social.